The other morning I was on my way to Cajamarca city with my site mate, Jan to attend a TV interview in which we had been invited to participate. As we were leaving Magdalena, however, we were informed that there was some kind of roadblock in Choropampa, the next town over. I said to Jan that most likely some rocks had just fallen into the road and that maybe we could just get out and help move them. The combi driver also didn’t seem to think it was a problem as he continued to speed down the road in the direction of Cajamarca. When we reached Choropampa, parked cars lined the road and several people standing at the far end of the road looking at something. We all got out of the car to see what all of the commotion was and as I walked over to where all the people were standing I discovered that there wasn’t just a roadblock, but the road was completely GONE. I couldn’t believe my eyes.
“What happened?!” I asked the man standing next to me. “There was a landslide that took out the road”, he replied without taking his gaze off the horizon. I had never seen anything like it. It looked as if there had been an earthquake and the road had just crumbled away. “Well, now what?” I thought to myself looking around, and as if reading my mind our combi driver called over to me: “let’s go Sarita! We’re going to take a detour through Asunción!” He motioned to the mountains to our left and waved for me to come over. I looked over at Jan and we both shrugged as if to say “what the hell” and we got back into the car.
We drove off the main road onto a dirt road that lead into the mountains. It was a bumpy ride to say the least. We drove for hours through scenic landscapes of green pastures surrounded by mountains and old country homes. Since the road was so narrow we had to pull over several times to allow oncoming cars to pass.
After about 2 hours, we finally found ourselves back on the main road in San Juan. Moments later the driver pulled off to the side of the road and turned off the engine. “We have a flat”, he announced. “We’re going to have to change it tire.” He opened the door and hopped out of the car and made his way around to the back of the car to get the spare tire out of the trunk. Jan and I looked at each other. “What next?” I asked in disbelief. We both shook our heads as we got out of the car to stretch our legs as the driver worked on changing the tire.
15 minutes and a new tire later we were back on the road again. We were driving along whipping around the curvy mountain road when all the sudden two dogs ran out in front of the car and we felt a big thud. We all gasped. Jan covered her eyes and I turned around to look out the back window to see what happened to the dog. I expected to see it lying in the road but to my surprise he had gotten up and was running away in the other direction. I breathed a sigh of relief and hoped that he wasn’t too badly injured.
We were almost to the city when out of nowhere two geese danced out into the road. Everyone in the car let out a cry and prepared themselves for the worst. Fortunately the geese ran back in the other direction and we didn’t run them over. At that moment the car began to erupt with laughter at the ridiculousness of the whole situation. “If the locals are laughing”, Jan commented, “You know it’s bad!” because usually we are the only ones surprised by things like this. About 10 minutes later we pulled up to the combi station in Cajamarca. Everyone applauded. We had made it.
El final del camino
El otro día estaba en camino a Cajamarca con mi compañera Jan para asistir a una entrevista de televisión a la que habíamos sido invitadas a participar. Estábamos saliendo de Magdalena cuando nos informaron en Choropampa, la comunidad contigua que no había pase. Le comenté a Jan que lo más probable era que se habían caído unas rocas en la carretera y que tal vez podríamos ayudar a moverlas. El conductor de la combi tampoco parecía creer que era un problema pues siguió volando por la carretera en dirección a Cajamarca.
Cuando llegamos a Choropampa, habían mucho autos varados en la carretera y muchas personas esperando poder seguir su viaje, todas mirando hacia el final del camino. Todos nos bajamos del auto para ver lo que estaba pasando y al ir a donde estaba la gente, descubrí que no sólo no había pase sino que la carretera había desaparecido totalmente. No podía creer lo que mis ojos veían.
“¿Qué pasó?!” Le pregunté al hombre a mi lado. “Hubo un huaico y destruyó la carretera” contestó sin quitar su mirada del horizonte. Nunca en mi vida había visto algo así. Parecía como si hubiera ocurrido un terremoto y la carretera se hubiera derrumbado en el olvido. “Bueno, ahora qué?” me pregunté, observando a mi alrededor; y como si estuviera leyendo mi mente, el conductor me llamó: “vaaaaamos Sarita! Vamos a tomar un desvío por Asunción!” Señaló a las montañas a su izquierda e hizo un gesto para que me acercara. Miré a Jan y ambas nos encogimos de hombros como decir “¿por qué no?” y regresamos al auto.
Salimos de la carretera principal a un camino de tierra hacia las montañas. Fue un viaje muy movido para decir lo menos. Manejamos por horas por paisajes pintorescos de pasturas verdes rodeadas de montañas y casas de campo antiguas. Debido a que la carretera era tan estrecha, tuvimos que desviarnos varias veces en el camino para dejar pasar los carros que venían.
Después de alrededor de dos horas, finalmente volvimos a la carretera principal para llegar de nuevo en San Juan. Momentos después, el conductor se desvió al lado de la carretera y apagó el motor. Jan y yo nos miramos la una a la otra y pensamos “¿y ahora qué?” con incredulidad. “Tenemos una llanta desinflada”, anunció. “Vamos a tener que cambiarla.” Y con eso, se abrió la puerta, saltó del carro y se fue a buscar la llanta de repuesto en el baúl. Las dos movimos la cabeza como señal de incredulidad y decidimos salir del coche para estirar las piernas mientras el conductor cambiaba la llanta.
Quince minutos y una vez con la llanta nueva despúes, ingresamosa la carretera principal de nuevo. Manejamos volando por la carretera que subía alrededor de la montaña cuando de la nada aparecieron dos perros enfrente del carro y de repente sentimos un fuerte golpe. Todos nos quedamos boca abierta, Jan se cubrió los ojos y yo volteé para ver que le había pasado al perro. Pensaba que iba a verlo tirado en el medio en la carretera pero para mi gran sorpresa se había levantado y estaba corriendo en la otra dirección. Di un suspiro de alivio y deseé que no estuviera muy mal herido.
Casi habíamos llegado a Cajamarca cuando otra vez inesperadamente, dos gansos bailaban en medio de la carretera justo enfrente del carro. Todos nosotros dejamos escapar un grito y nos preparábamos para lo peor. Afortunadamente, los gansos retrocedieron justo a tiempo y no los atropellamos. En ese momento, todos soltaron carcajadas por lo ridículo de la situación. Como usualmente somos sólo na estamos sorprendidas por esas cosas, Jan comentó: “si los lugareños se están riendo, entonces en verdad esto es ridículo!” Las dos nos reímos de lo acontecido Unos 10 minutos más tarde llegamos a la estación de las combis en Cajamarca. Todo el mundo aplaudió mostrando su alegría por haber llegado.
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